Hoy día, sentir la fuerza, el compañerismo y la dulzura de mis hermanas: las mujeres, me colma de felicidad, admiración y honra. Confieso que no siempre ha sido así, no siempre me he sentido parte de la tribu, de hecho, de joven, solía decir que tenía más amigos hombres que mujeres y recuerdo que me vanagloriaba de ello. Ahora mirándolo con perspectiva, creo que en realidad me protegía y probablemente debía tener un tremendo miedo a la posible competencia, a los celos, a la comparación, a la manipulación, a sentirme menos, a los posibles conflictos derivados de la falta de honestidad y autoestima y a una desmesurada emocionalidad, proyectada en ellas y que en realidad tenía que ver con mi propia dificultad en la gestión emocional y el permiso a simplemente ser y sentir.
Todo empezó a cambiar cuando participé, como alumna, en mi primer taller de Tantra para mujeres, recuerdo que éramos unas dieciocho mujeres, cada cual más diferente no solo a nivel físico, sino también cultural, educacional y territorial. Allí tuve la oportunidad de comprobar que en la diferenciación estaba la riqueza y muchas más probabilidades de crecer exponencialmente, de ampliar la mirada, aprendiendo y reflejándome en cada una de ellas. Quedé impactada y enamorada de todas ellas y a mi sorpresa ni me sentí menos, ni pequeña, ni excluida, aunque cada una de nosotras tenía su espacio, su manera, sus tiempos, ¡su pensar y hasta la forma de caminar, bailar y cantar eran completamente diferentes! Que maravilla, cuanta libertad y amor al mismo tiempo. Allí empecé a reconocerme a mi como mujer, y pude abrazar la niña herida que había dentro y hacer también las paces con mi madre, desgraciadamente demasiado ausente durante mi niñez.
No recuerdo ser ni muy celosa, ni envidiosa de mis amigas, pero si recuerdo tener miedo a la posible desaprobación, al rechazo y a ser juzgada.
Desde entonces he invertido mucho tiempo, dinero y energía en nutrir a esa niña que a veces no recibió la atención, la presencia, la dulzura, la escucha, el amor y sensibilidad que hubiera necesitado, para poder desde la adulta que soy, con la edad que tengo: sostener, abrazar y respetar mi sentir, mis necesidades, cambios, miedos, deseos, anhelos y fantasías desde la autorresponsabilidad, sin culpar a nadie, ni esperar que alguien me salvara.
Ahora, respiro hondo, tengo mucho espacio en mi interior, dispongo de un sinfín de recursos, de más paciencia, de sosiego, experiencia, paz y dicha interior. Soy capaz de dejar ir la mujer salvaje sin sentirme sucia, y también encarnar la madre compasiva e incondicional sin haber parido, desarrollando día a día el tercer ojo, el de la intuición, sin buscar un porque a todo, y a veces encarno como por arte de magia la hechicera y entro en mundos paralelos y otras dimensiones con humildad y respeto.
Ya no tengo que hacer nada, ya no tengo que demostrarle a nadie que, así como soy, merezco ser amada. La vida, cada día me da, nuevas oportunidades para seguir abrazando mi sombra y descubrir que, en el abrazo de la misma, se da la luz, en lugar de la temida oscuridad. Equilibrando mi masculino y femenino interno, difuminando la identidad del “yo” y cambiando patrones que ya no me sirven…me siento cada vez más humana, y desde aquí más allá de mi sexualidad y/o género amo a mis hermanas del mismo modo que a mis hermanos, y agradezco desde lo más profundo de mi ser cada experiencia, cada situación del pasado que me ha confrontado con ese “yo soy – yo creo – yo siento” para renovarme por dentro y por fuera, una gran oportunidad de estar en el presente, alineada conmigo y en consonancia con mi entorno.
Amerai Carrera

Terapeuta, facilitadora y formadora con experiencia establecida en Tantra, Neotantra y Sexualidad Consciente. Te acompaño a que conectes con tu auténtica esencia y te guío en un viaje mágico y sanador a lo más profundo del ser.
Te ofrezco mi guía por un camino ya vivido, por una senda que conozco y en la que te doy la mano.