DESPERTAR

En este viaje, que llamamos VIDA, para los que no nos conformamos con únicamente vivir en la dimensión horizontal y desarrollo temporal de la vida individual y de lo mundano. Y, por lo contrario, anhelamos desde lo más profundo de nuestro interior, aprender a abrirnos y entregarnos a lo divino y a lo último (más allá de la persona, de las relaciones humanas, del mundo y de la historia), es importante comprender, el modo como el proceso de maduración individual (al menos aquí en Occidente) puede ayudarnos a integrar, la realización espiritual en el entramado de nuestra vida personal y de nuestras relaciones interpersonales.

Para ello tenemos que aprender a trabajar con los miedos, las creencias y las pautas defensivas y limitantes condicionadas del pasado. El proceso de individualización, requiere un proceso de clarificación psicológica, que estimule el desarrollo auténtico que pueda encarnar y así hacer posible el crecimiento y conversión hacia el desarrollo de un estado de madurez y de despertar, de una forma más rica y profunda.

Con frecuencia, me encuentro con personas que se interesan por la vida espiritual, que practican meditación y están en un proceso de expansión de la consciencia continua. Y desgraciadamente, observo entre los buscadores espirituales occidentales, que algunos están llenos de heridas psicológicas y conflictos internos. E incluso, con la tendencia a utilizar las nociones y las mismas prácticas, como justificación para eludir los problemas emocionales inconclusos.

Desde muy joven, mi principal interés ha tenido que ver con el proceso de transformación y desarrollo potencial del ser humano, empezando por mi misma.

En mi opinión y experiencia, si queremos estar en condiciones de afrontar los desafíos que nos deparará este nuevo milenio, es necesario crear un puente y un mejor diálogo entre la práctica espiritual de las antiguas tradiciones de Oriente (muchas veces desconectada de la vida personal) y la psicología occidental, para que podamos explorar los aspectos personales y espirituales de nuestra naturaleza y profundizar entre la relación de la mente, el corazón, el cuerpo, el alma y el espíritu como facetas indivisibles de la misma totalidad.

Si queremos sentirnos plenos y completos en esta vida, será necesario comenzar una práctica en tres áreas distintas, aunque cada una de ellas teniendo ramificaciones en las demás: el trabajo psicológico, la meditación y la práctica de las relaciones conscientes.

La práctica espiritual nos lleva a investigar qué somos y cuál es nuestra auténtica naturaleza, es decir nuestra naturaleza esencial, esa que compartimos con todos los seres humanos. Por ello, para mi, van de la mano.

A través del crecimiento personal logramos liberarnos de las cadenas del pasado, condicionamientos, creencias y conductas insalubres, muchas veces profundamente arraigadas en cuerpo y mente. A través de la meditación y prácticas tradicionales orientales, podemos invertir la dirección de la mente para que, en lugar de estar orientada hacia el exterior y ocupada en el hacer, en las tareas, en los objetos, y las metas, podamos reconocer en nuestra naturaleza esencial mayor apertura, luminosidad, amor y compasión. Todo ello implica el logro del bienestar, la felicidad y la libertad.

Amerai Carrera

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.