Sois muchas las personas que me habéis compartido estos días las emociones derivadas de las medidas de aislamiento, de evitar el contacto con los demás, de protegernos ante algo que no vemos.
El vacío de lo desconocido, la angustia ante la incertidumbre, la negación quizás de que esto está sucediendo “realmente”.
La voluntad de no debemos dejarnos llevar por el caos o el miedo, por la preocupación de qué va a suceder y de si las cosas volverán a ser como antes.
La añoranza de tomar una cerveza en una terraza al sol, de saludarnos con dos besos, o con uno, de bailar sin límite hasta que el cuerpo aguante, de perdernos en la naturaleza.
Sin embargo, entre estas sombras, surge un patrón común entre todos nosotros: la necesidad de arropamiento, acompañamiento y solidaridad. La prioridad real del cuidado de los más vulnerables y una revalorización de lo que es importante o no en nuestra vida.
Y ante el posible enfado ante personas con conductas “poco solidarias”, siempre hay lugar para el amor incondicional. La fe en que, a pesar de las noticias que nos atraviesan con una realidad que quizás no entendemos, la luz colectiva, la suma de todos, va a hacer que sigamos adelante.
Y quizás es porque en el fondo de todo esto, podemos encontrar un sentido y alternativas creativas a la mejora de la relación conmigo mismo y con los demás.
Viktor Frankl, psiquiatra austriaco que sobrevivió a un campo de concentración, determina en su libro “El hombre en busca de sentido” que el punto en común de las personas que sobrevivieron junto a él fueron aquellas que consiguieron encontrar un sentido al estar ahí.
El castigo de los dioses a Sísifo (condenado a subir una piedra a una montaña que, justo antes de llegar a la cima, rodaba de nuevo hasta abajo, viéndose obligado a repetir este absurdo proceso toda la eternidad) no fue el fastidio de hacer algo muchas veces, si no la frustración de hacer algo sin un sentido.
Ante el confinamiento, me siento fuerte al encontrar en esto uno o varios sentidos: La solidaridad, el cuidado de los vulnerables. El sentimiento de unidad con todas las personas. Y nuevas formas de buscar paz, calma y armonización interna.
El confirmar, en esta experiencia, la necesidad planetaria de cambiar la mirada individual y colectiva al “sentido y las prioridades en la VIDA”, a través de este parón obligado, sin otra alternativa que soltar el control, abrirnos al desconocido y aprender a entregarnos a la vida desde el amor, tratando de encontrar el equilibrio, la energía y el poder en nuestro interior, en lugar de darlo al exterior.
Lo comprendo, lo acojo y os propongo respirar conmigo para fluir, sí, fluir.
Quizás hemos idealizado este concepto, el de fluir. Identificándolo con imágenes luminosas, con brillo, en las que hacemos lo que nos pide el cuerpo, sin importar el qué. Disfrutar, reír, bailar desnudos en el mar, hacer el amor.
Fluir no es, exclusivamente ese concepto, porque los ríos siguen fluyendo de noche.
Y cuando hay obstáculos, la fuerza del agua acaba encontrando un hueco para continuar su camino. Y aunque construyan una presa, cuando el agua es abundante, desborda el pantano y arrasa con todo aquello que se pone en su camino.
Aunque la vida nos frene físicamente, el alma puede seguir fluyendo.
Respira y aprende a bailar con el silencio. Encuentra, en el “espacio cerrado”, en tu templo sagrado, la grandeza de tu propia catedral, tu oración, tu verdad, tu esencia. Sí, eso es, eso que nos conecta a los demás, aunque no los veamos, aunque no les toquemos, siguen estando ahí, aquí contigo, conmigo. Porque todos somos UNO.
Respiiiraaaaaaa….y quizás ahí, te apetezca sonreír.
El equipo de Tantra Esencia de Vida

Terapeuta, facilitadora y formadora con experiencia establecida en Tantra, Neotantra y Sexualidad Consciente. Te acompaño a que conectes con tu auténtica esencia y te guío en un viaje mágico y sanador a lo más profundo del ser.
Te ofrezco mi guía por un camino ya vivido, por una senda que conozco y en la que te doy la mano.