NUESTRA BURBUJA

Diciembre 2016.

Acabamos de conocernos. Nos bebemos el uno al otro con los ojos mientras algo nuevo y muy especial crece entre nosotros.

Y sin embargo, aunque parece algo único jamás vivido, de repente algo se cierra dentro de mí. Lo siento aquí, en el centro del pecho, y bajo la mirada y observo. Ahí está. Lo reconozco. Es mi miedo. Tengo miedo a que me hieras como antes me hirieron, a que traiciones como me traicionaron, como yo traicioné. Tengo miedo a mis miedos, a mis miedos más antiguos, a que se interpongan entre nosotros, junto a los tuyos, y no nos permitan crecer.

Respiro.

Te propongo ir juntos a una playa, a un prado, al borde un río, frente a una cascada. Te sumas en seguida: «Sentémonos, ven aquí», me dices. Ya sentados, te propongo establecer una burbuja segura, una burbuja de un jabón claro y firme, una cúpula que nos resguarde, en la que podamos sentirnos cómodos, relajados, a salvo. «Mírame», te digo. Y tú sonríes. «No tengas prisa», me dices, y entonces sonrío yo. «Hagamos que cada momento sea mágico.» «Creemos cada instante, con voluntad, con intención.» Abrimos entonces los brazos y los hacemos danzar como alas mientras los dedos vibran para crear a nuestro alrededor una burbuja invisible.

Nos tomamos las manos sentados frente a frente y nos miramos. Sin palabras, desde nuestro nuevo templo, nos decimos: «Aquí y ahora tomamos consciencia de esta relación. Tomamos la responsabilidad. Serenamente. Con plena transparencia».

Entonces saco mi ego de mi mente y lo expulso de nuestro reino, sacudiendo las manos. Y tú echas a tu orgullo de tu pecho. Yo me quito mi máscara y tú te arrancas tu coraza, nos despedimos de ellas y las enviamos fuera de nuestra burbuja.

Nos abrazamos. Respiramos juntos, con los ojos cerrados. Entonces nace entre nuestros corazones algo minúsculo y lo tomamos con delicadeza. Lo sostienes en la palma de tu mano. Lo miramos con un dulce respeto, con una ilusión recién nacida. Parece una semilla, mágica y blanca, con luz propia. Cavamos entre ambos y la colocamos allí, bajo la tierra que nos sostiene.

Conversamos. Establecemos límites y expresamos deseos. Nos desnudamos. «Me gustaría pasear contigo entre la gente.» «Quisiera reservar tiempo para mis pasiones.» «Me encantaría un masaje cada tarde.» «¿Y si te propongo viajar en primavera?» «También querría espacio para mis aficiones.» Y así, frase a frase, entre temblores y risas y lágrimas y los bombeos de nuestros corazones tejemos una alfombra de colores, sincera y posible.

Ahora lo sabemos. En nuestra burbuja, pronto seremos tres, no dos mitades. Seremos tú y yo y un nosotros de tallo fresco y fuerte, de hojas verdes y nobles, y quizás alguna flor.

Amerai Carrera

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

3 ideas sobre “NUESTRA BURBUJA”