En mi camino, especialmente en España, me encuentro a personas, tanto hombres como mujeres que, sumergidas en la búsqueda de su propio ser y de las posibles formas de congeniar con los demás, analizan y cuestionan todo cuanto se sale de su campo experiencial. Muchas, están sujetas aún a estructuras convencionales, desconectadas de sus sensaciones íntimas, tratando de racionalizar y objetivar el amor, la energía sexual y/o el placer. Sin ni siquiera haber encontrado todavía la paz, la felicidad, el goce interior y, aún menos, una fórmula saludable de relacionarse con los demás. Tengo la sensación de que cuando algo se escapa de su visión de vida, de su perspectiva y percepción, de cómo deben ser las relaciones, a menudo intentan devaluar o manipular la verdad del otro. Me siento cansada de que algunas de estas personas, especialmente hombres, desprestigien mi manera de expresarme a través del amor y la libertad. Tal vez sea miedo a lo desconocido, o a perder esa falsa identidad o incluso el control. Percibo que mi modo de sentir, de abrazar y de compartir de una forma incondicional es, a veces, juzgado o malinterpretado. Me pregunto si es por el temor que tienen a permitirse ser. O si es fruto de la necesidad de proyectar en el otro su propia incapacidad y su lucha mental. Quizás, si no pusiéramos la atención en cómo los otros deciden amar y establecer amistades, tendríamos la habilidad de querernos por lo que somos y no por lo que hacemos.
La única manera de poder vibrar en el amor es manteniéndonos leales a nuestro propio ser.
Los seres humanos tenemos la aptitud, la oportunidad y la posibilidad de poder crear vínculos afectivos a nuestra medida. Sólo necesitamos ser valientes, íntegros y no dejarnos influenciar por el pánico a ser rechazados, a ser diferentes; ni por la necesidad de agradar, de complacer y de poseer. El coraje nos posibilitará seguir nuestro instinto para poder ir más allá de los enlaces tradicionales, para ser auténticos.
Me desgastan las uniones arcaicas, rígidas, posesivas y llenas de dudas. Mi experiencia es que puedo amar a más de una persona. Y sé que puedo no compararlas, viendo y compartiendo la belleza del momento presente en cuerpo, alma y mente. Sin apegos ni dependencias emocionales, sin la inquietud de que me arrebaten algo que no tengo, entregándome desde mi esencia. Somos más que nuestros pensamientos, que nuestras emociones, que nuestro cuerpo. Y para fluir, ser y permitir, conviene dejar de intentar ser algo distinto de lo que ya somos, amándonos a nosotros mismos, respetándonos y siendo fieles a nuestro sentir. Es la única manera de no perdernos en el otro.
Nos encontramos en un momento donde se están rompiendo las estructuras de las relaciones conservadoras. Donde todo se puede transformar liberándonos de prejuicios, tabús, vergüenzas e inseguridades. Aprendiendo a querer desde el corazón. Soltando las expectativas, los deberías, las figuras idealizadas.
Amar desde la libertad, expresar y compartir de la forma que uno desee, es un derecho que tenemos y que no deberíamos justificar buscando la aprobación de los demás. Es cierto que lo diferente y lo desconocido, a menudo no se entiende. Y cuando no se entiende, a veces, desde la mente se intenta degradar.
La sexualidad es amor en acción.
La única manera de poder vibrar en el amor es manteniéndonos leales a nuestro propio ser, sin buscar la satisfacción en el otro. Sintiéndonos un ente completo. Encontrando la paz y la unidad en nuestro interior. Dejando que la energía fluya por nuestros canales, expandiendo la conciencia y quitando los velos de la ignorancia. Desde ahí es desde donde podemos entregar lo que somos, sin pasado ni futuro, sin principio ni final.
Uniendo la sexualidad con la espiritualidad, nos acercamos a nuestra resonancia interna, a nuestra alma. Me entristece la inmadurez y la desconexión que el ser humano puede tener de sí mismo, distanciándose de su naturaleza, quedando atrapado en pensamientos limitantes y fantasiosos, convirtiendo el acto sagrado de fundirse en uno, en algo mecánico y a menudo libidinoso y pornográfico.
La sexualidad es amor en acción. Y no tiene que estar sujeto a un modelo ni a un concepto. Es, por tanto, moldeable. Todo cambia en cada individuo. Tratar de intelectualizarlo todo, no nos ayuda a crecer. Sino que crea una barrera a la experiencia que nos da la vida.
El coraje nos posibilitará seguir nuestro instinto para poder ir más allá de los enlaces tradicionales, para ser auténticos.
Y al final lo importante es ser libre, poder ser honesto con uno mismo. Encontrar el equilibrio entre lo que uno siente, lo que uno dice y cómo experimenta. Alcanzar una estabilidad entre el cuerpo, las emociones y la energía.
Amerai
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