Desde nuestra infancia vamos elaborando vínculos afectivos. Acumulamos muchas experiencias a lo largo de nuestra vida y muchas de ellas pueden estar condicionando nuestras relaciones actuales. Algunas, aunque se olvidan, permanecen en el inconsciente. Otras las recordamos porque estaban dotadas de una gran carga emocional. Y unas pocas están guardadas en el más absoluto secreto y nadie, ni siquiera nuestra familia, las habría podido imaginar.
Las vivencias en edades muy tempranas tienen un efecto directo en nuestra manera de pensar y en el modo en el que nos situamos en el mundo e interactuamos con los demás.
La forma en la que hemos visto y oído cómo nuestro padre como hombre, nuestra madre como mujer y los seres más cercanos se mostraban, se expresaban y se comunicaban, puede ser la causa de ciertas creencias.
Cuando empecé a entrar en la adolescencia, recuerdo algunas frases del estilo: “cierra las piernas”, “no te sientes encima de la falda de tu tío” o “todos los hombres quieren lo mismo”. El mensaje implícito era que los hombres son malos y peligrosos y que por mi culpa podría pasar algo de lo que después me arrepintiera.
En talleres y sesiones he escuchado a muchos decir que “nunca oí a mis padres hablar de sexualidad en casa” o que “jamás se besaron delante de mí”. Y que incluso si salía alguna imagen afectiva-erótica-amorosa en la televisión, rápidamente se cambiaba de canal. Se sobreentendía que no había que hablar de sexo, que no estaba bien y, por tanto, era un tema tabú.
Otras convicciones tales como: “no merezco ser amada/o”, suelen aparecer durante el nacimiento o incluso en la vida intrauterina. También cuando tenemos la sospecha de no haber sido un bebé deseado.
Quien, en el fondo de sí mismo, siente que no es merecedor de amor, no aceptará emocionalmente que pueda ser querido. Posiblemente tendrá dificultad para vincularse a un nivel de intimidad profunda. Y puede que, sin darse cuenta, provoque rupturas corroborando su certeza original.
Si no somos conscientes de que nuestras opiniones y pensamientos constituyen nuestro guion de vida, fácilmente reproducimos situaciones en las cuales nos posicionamos haciendo que la creencia se cumpla y de esta manera la reconfirmamos.
Parte de nuestra personalidad y de nuestro patrón de comportamiento se define mediante identificaciones con los modelos de autoridad de las figuras parentales, con quienes hemos construido un estrecho nexo. Esto lo manifestamos copiando ese modelo o bien reconociendo el opuesto. A veces porque adoramos esa imagen. Otras porque la odiamos y evitamos a toda costa parecernos a ella queriendo mostrar nuestra diferencia.
Para establecer uniones saludables es imprescindible explorar y estudiar qué mecanismos utilizamos las personas para ser amadas, vistas, valoradas, reconocidas. Percibir en qué medida nuestros comportamientos y actitudes favorecen nuestro desarrollo humano o lo obstaculizan. Y percatarnos de cómo permitimos la comunicación o la entorpecemos, sintiéndonos más felices o, por el contrario, desgraciados.
También es interesante estudiar qué fantasías hemos inventado desde pequeños. Cómo nos expresamos en nuestra búsqueda de cariño, cómo vivimos las sensaciones de estima, en qué lugar nos colocamos frente al otro (de igual a igual o tratando de protegerlo), qué consecuencias podrían derivarse al reproducir o adaptar nuestras ilusiones a la vida cotidiana adulta. Y cuando comprendemos qué elementos eróticos forman parte de aquellas primeras fantasías, podemos aprovechar algunos de ellos en nuestro día a día, adaptándolos, ajustando nuestras necesidades emocionales a la realidad que queremos vivir.
Lo importante de las amistades amorosas y maduras que vivimos en la actualidad es el hecho de que podamos estar en equilibrio afectivo en ellas. Si no fuera así, sería positivo analizar, entre otras cosas, si existen indicios de aquellos ideales infantiles que determinen este malestar.
Y lo cierto es que la historia de amor preferida suele ser la que va modificándose en sus circunstancias y en las de sus personajes. Permitiendo incluso la aparición de otras aventuras que son diferentes, pero a la vez complementarias.

Terapeuta, facilitadora y formadora con experiencia establecida en Tantra, Neotantra y Sexualidad Consciente. Te acompaño a que conectes con tu auténtica esencia y te guío en un viaje mágico y sanador a lo más profundo del ser.
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