MUJERES DE RUSIA, MUJERES DEL MUNDO

He viajado a Rusia. Y he vivido una maravillosa experiencia, la de conocer a un grupo de mujeres increíbles y luchadoras. Me siento muy agradecida por haber tenido la oportunidad de conocer de cerca su cultura y educación, sus miedos y vergüenzas, sus lágrimas y risas, sus sueños. Hemos tomado conciencia entre todas de nuestra esencia, poder y belleza interior.

Son mujeres que han aprendido a hacer las cosas con sacrificio, de forma lógica y eficiente. Muchas veces, en contra de su salud, de sus deseos y de su intuición.

Se han vestido con una armadura y una espada. Han elegido su corcel más veloz y se han lanzado a la batalla. Han logrado un título superior, una carrera, ascensos, dinero y autoridad. Algunas de ellas, han podido disfrutar de las vistas desde la cumbre, a menudo, compaginándolo todo:

  • trabajo
  • familia
  • hijos
  • vida social.

Su razón principal ha sido alcanzar el éxito y la fama.

Y, a la vez, poder complacer a sus padres, demostrándoles su valía… aun siendo mujeres.

> Una experiencia de conexión íntima y profunda

Sin embargo, después de un tiempo, aparece en ellas una sensación de vacío. Miran a su alrededor intentado localizar el siguiente obstáculo a saltar, intentando llenar cada momento libre con cosas que hacer. Tal vez son mujeres que no saben parar, que no saben decir que no, que se sienten culpables ante la posibilidad de defraudar a alguien que las pueda necesitar.

Se han ido olvidando de ellas mismas, para vivirse en función de los demás. Pero es a menudo en esta etapa, cuando las mujeres empiezan a perder su sincronía consigo mismas y la relación profunda con su propia naturaleza femenina. Quizás, la mayoría, se han desconectado de sus cuerpos y de su propia sensualidad.

Y sienten la falta de tiempo para poder dedicar a sus amigas, a sus proyectos creativos o a su propio espacio vital. Incluso perciben la ausencia de su propia niña interior. Esa niña que es inocente, que es divertida, que vive el presente y que se deja sorprender.

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Las mujeres empiezan a mirar hacia su interior, a darse cuenta de sus propias motivaciones y carencias. Algunas tienen dificultades en encontrarse a sí mismas, en llegar a partes auténticamente suyas.

Es entonces, cuando las invade un profundo sentimiento de desolación, porque no saben quién son, ni qué es lo que les gusta, pero sí saben que hay un anhelo de plenitud en su corazón.

Sus cuerpos empiezan a resentirse, porque se han alejado de su camino de liberación según un modelo masculino. Un modelo que no satisfacía sus
necesidades de sentirse personas completas. Y hace tanto tiempo que emprendieron ese viaje, jugando a las reglas patriarcales, que no tienen indicadores que les digan cómo actuar y cómo sentir.

La proyección hacia el padre, las ha llevado a querer ser algo o alguien, a través de sus maridos y de su familia, olvidándose de ellas mismas, negándose a su propio sentir y perdiendo el respeto hacia sus propias necesidades.

Y de repente llego yo, irrumpiendo en sus vidas, intentando romper las formas arcaicas, ofreciéndoles la posibilidad de enfrentarse a su propia honestidad. Sin miedos, sin límites. Dando permiso a sus sentimientos para hablar desde el corazón. Se emocionan ante el posible cambio, les asusta.

Temen ser rechazadas. Pero también saben, desde su sabiduría y su poder interior, que no pueden dejar que el miedo las detenga, que deben consentir que se convierta en un aliado que les da la señal, que les muestra un nuevo camino que puede ser transformador.

Se trata de un camino hacia lo desconocido, lejos de lo que nos es familiar. No nos parece cómodo ni necesariamente positivo. Durante este viaje, sentimos el miedo y nuestra resistencia a cambiar. Ha comenzado un proceso hacia el yo soy, de búsqueda de lo femenino, durante el cual la mujer inicia su descenso sintiendo pena, rabia, tristeza.

Descubriendo la necesidad de destronar reyes, de buscar recetas perdidas, y de encontrarse con la sombra y la luz femeninas que brillan en su interior.

Es un camino de escucha atenta a sus propias necesidades, a su propio sentir.

Supone dejar de ser quien son, para poder ser quien aún no saben que pueden llegar a ser. El mundo exterior ejerce mucha presión sobre ellas a nivel cultural, a través de los amigos, la familia y los compañeros de trabajo. Reciben poco reconocimiento. El entorno quiere impedir que estas heroínas despierten y alcen el vuelo.

Sin embargo, la huella interior es mucho más grande y satisfactoria. Estas mujeres van adquiriendo valor y confianza, recuperándose a sí mismas,
surgiendo una unión entre nosotras para honrar lo que es femenino.

En este primer viaje iniciático, las mujeres empiezan a curar la ruptura entre la madre y la hija, y el rechazo a lo femenino que han conocido a través de la madre.
Desean encontrar nuevos modelos de lo femenino, de la mujer y de su propio lugar y papel en el mundo. Empiezan a mirar en su interior, a nutrir su cuerpo y su alma y a ponerle voz a sus sentimientos. Escuchan su intuición. Se sienten curiosas de entender su sexualidad, permitiéndose creer que su sensualidad les pertenece a ellas y que está lejos de la satisfacción y/o beneficio de los demás.

Consienten que nazca su creatividad y empiezan a vivir la vida con sentido del humor.

Y las invito a que hagan una respiración profunda. Sus miradas se ablandan. Sus mandíbulas se aflojan. Se dibuja en sus rostros una sonrisa que es como la de una niña que no tiene miedo a ser vista con luz propia y amada sin tener que hacer nada para complacer.

Veo a estas mujeres anhelantes y deseosas de sanar, volcando sus sentimientos hacia intuiciones e imágenes de sueños que les informan de la verdad de la vida.

Y, todo ello, sin rechazar todo el esfuerzo de lo que han aprendido y logrado con una parte del viaje. Para poder, así, conjugar la propia fuerza masculina y femenina. Se convierten en mujeres que pueden servir, con autenticidad, no sólo a las necesidades de los demás, sino a las suyas propias, respondiendo a ellas y valorándolas.

Son mujeres de Rusia, también mujeres del mundo.

Amerai

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