Una relación madura es aquella en la que cada miembro de la relación, cada persona se permite sentir, cambiar, renovar, aprender, compartir, hablar sobre lo que se experimenta, lo que se siente, lo que se piensa, lo que se necesita, lo que se teme dentro y fuera de la misma con una mente abierta y receptiva al cambio individual y conjunto.
En una relación madura uno acompaña al otro en las etapas y procesos que experimentamos. Sin embrago es imprescindible que cada uno se sienta bien consigo mismo, que disponga de sus propios retos, su espacio, sus hobbies, sus amistades, su tiempo, sino fácilmente podemos caer en relaciones de dependencia, donde la felicidad de uno depende demasiado de lo que “el otro” hace o deja de hacer, y esto no ayuda para nada a que la relación pueda seguir transformándose positivamente.
Siendo cada uno plenamente responsable de si mismo, de su salud y su enfermedad, sin miedo a estar solo, y pudiendo vivir sin tener que estar todo el tiempo juntos, pero honrando como en su madurez eligen, con sabiduría, compartir su vida con la otra persona. De esta forma evitamos vínculos desde la necesidad y/o carencia.
En una relación madura hay presencia, en cuerpo-emoción-pensamiento. El conectarse con el otro, debería empezar con el compromiso y deseo individual de primero conectar con uno mismo. La capacidad de aprender a estar relajado y disponer de una mente creativa, el poder apagar “la radio” interna (aprender a que la mente te obedezca, en lugar de que esta te controle). Es ser capaz de elegir qué pensamientos pones en tu mente en lugar de verte gobernado por los que surgen al azar del fondo de tus creencias inconscientes. Para aprender a gestionar las posibles interferencias emocionales y/o mentales a veces se necesita ayuda externa, y la pareja no puede ser tu terapeuta.
En una relación madura no solo miramos a la otra persona, puesto que no es un objeto, sino que además somos capaces de verla tal y como es, es una persona que tiene vida propia, que no te pertenece y que es independiente.
Igual de importante es la comunicación verbal, saber expresar y compartir con total honestidad, claridad y transparencia lo que le sucede a cada uno, sin proyectar en el otro lo que es “mío”. Comunicar tiene que ver también con saber escuchar, y no es lo mismo oír que escuchar. La diferencia entre oír y escuchar está en la intención. Escuchar es algo que se hace intencionadamente, mientras que oír es algo que sucede independientemente de nuestra voluntad.
Si alguien me oye, pero no me escucha, tengo que entender que percibe el sonido, pero no presta atención (que es algo que depende de su voluntad). En cambio, si me escucha, pero no me oye, eso significa que esa persona está poniendo lo que puede de su parte, pero que las circunstancias no cooperan.
Algunas herramientas para una escucha favorable (compasiva – comprensiva) pueden ser: colocarse en el lugar del observador, esperar a que el otro termine de hablar y no interrumpir en el caso que tenga algo que decir, no poner ni quitar importancia a lo que me está contando, pedir una aclaración o repetir lo que no he entendido para confirmar que sé lo que quiere decir. Prestar atención a las palabras, el tono, los gestos, etc. No permitir que la carga emocional me afecte y me impida seguir escuchando. Prestar atención, aunque yo no lo sienta importante pues para la persona que habla sí lo es. Salir del juicio hacia el otro. Evitar distracciones. Respetarme cuando no estoy disponible para escuchar.
Y algunas de las cosas que no ayudan son: sentir o manifestar lástima. Intentar salvar a la otra persona. Hacer excesivas preguntas. Dudar de la verdad de lo que está contando. Explicar mi historia cuando me resuena algo que me explica y/o sacar importancia a lo que me está contando. Dar mi opinión sobre el otro cuando no nos la pide.
Una relación madura intenta ver y tomar como una oportunidad de crecimiento cuando aparecen posibles conflictos. Cuando surge un conflicto, se produce un enfrentamiento, una pelea, una lucha o una discusión, donde una de las partes intervinientes intenta imponerse a la otra. Si definimos el término desde un punto de vista simple, podemos decir que un conflicto es una situación en la que dos o más personas no están de acuerdo con el modo de actuar de un individuo o un grupo. Para que esta situación exista es necesario que exista un desacuerdo que no haya sabido resolverse.
Por ejemplo: Si de una pareja una de las partes desea ir a un lugar de vacaciones y la otra a un lugar diferente hay desacuerdo, si acceden a charlar y resolver el problema de común acuerdo, entonces el conflicto no se produce, lo contrario, si ninguno da el brazo a torcer, sí.
En la vida aparecerán etapas que no serán como deseamos, la única solución para que nuestro bienestar emocional no se vea muy alterado, es la de instalar en nuestra vida la aceptación. Aceptar lo que no puedes cambiar es de vital importancia para que puedas seguir adelante y transformar tu vida. Aprendiendo a darle continuidad a todo lo que sucede.
¿Quién no ha deseado alguna vez que la realidad fuera otra diferente a la que está viviendo?, ¿quién no ha cometido algún error?, ¿a quién no le ha molestado la actitud o forma de vida de otra persona?
Ante cualquier situación que te produzca malestar, analiza si puedes hacer algo para solucionarlo. De ser así, crea un plan de acción para mejorar tu vida, pero en el caso de que veas que no puedes hacer nada para cambiar algo, si quieres seguir adelante tienes que aceptar la realidad. Luchar en contra de una realidad inamovible, será un gasto de energía inútil y dañina. Sólo desde la aceptación podrás seguir adelante sin estancarte.
Aunque aceptar no significa conformarse. La aceptación va encaminada a tolerar una situación, saber que la vida es así, aunque no nos guste. Se puede convivir con esa situación desagradable sin que eso cause un malestar exagerado, y a pesar de vivir bajo una circunstancia que no nos gusta, inclinándose hacia la acción, se logra centrar el interés y el foco de atención hacia otras áreas, se intentan abrir nuevas puertas.
Aceptar, es abandonar una lucha hacia algo que no tiene solución y buscar otros caminos que nos permitan vivir como nos gustaría. La conformidad se produce cuando no toleramos una situación. Como las cosas no son como queremos, nos cerramos en banda y tendemos a la falta de acción y estancamiento. Las emociones negativas aparecen y nos rendimos, creemos que no podemos mejorar nuestra vida. Y nos enganchamos a patrones de comportamientos y/o adicciones que son insalubres, es como una especie de auto – maltrato.
Se tienen pensamientos del tipo: “No puedo hacer nada para cambiar mi vida, soy un desgraciado y siempre seré infeliz”. Se tiende a la lamentación y victimismo, se pierde la esperanza de poder mejorar en el futuro. La persona no se abre a nuevas posibilidades y tira la toalla, se conforma con la vida que tiene, aunque no le guste, no moverá un dedo para cambiar su situación, lo que provocará cada vez más frustración y esto acabará separando a los miembros de la relación.
Amar es el mayor acto de responsabilidad y confianza, empieza por uno mismo. Sin embargo, la relación y el vínculo con la otra persona dependerá en gran medida de como tu te relaciones contigo. Y puedas además de abrirte a ver, sentir y explorar cuales son tus necesidades y deseos momento a momento, aceptar que la otra persona tiene las suyas y pueden ser otras distintas a las tuyas.
¡Para aprender a amar se necesita a veces más de una vida! ¡Aprovechemos al máximo esta que es la que estamos experimentando!
Amerai Carrera

Terapeuta, facilitadora y formadora con experiencia establecida en Tantra, Neotantra y Sexualidad Consciente. Te acompaño a que conectes con tu auténtica esencia y te guío en un viaje mágico y sanador a lo más profundo del ser.
Te ofrezco mi guía por un camino ya vivido, por una senda que conozco y en la que te doy la mano.